(Sección Mundo Índigo).
Ahora que no mira nadie, releo a hurtadillas
mi primera colaboración y pienso que habrá por ahí no pocos lectores
desconcertados, cuando no descontentos. ¿Esperabais una explicación más
trascendente, esotérica, energético-vibracional… new age, en resumen?
Pues ya veis que no, que vivo el fenómeno
índigo desde la más absoluta cotidianeidad. Os hablo desde la normalidad. Con
eso no quiero quitarle sutileza al tema: buscad en la red (o en librerías
convencionales) información teórica. Hay documentación preciosa al respecto.
Yo, a lo mío.
Me gustaría que esta vez reflexionáramos
juntos sobre una realidad que no se le oculta a nadie: el enfrentamiento, más o
menos solapado, entre padres y maestros. ¿Estará la creciente vibración índigo
en la base de este desencuentro?
Veamos, venimos de una sociedad en la que el
dúo Familia/Escuela afinaba a la perfección. Entre ambas instituciones se
trataba (y conseguía) domar a la fiera. Eran los tiempos del “Pero dele, señor
maestro” o el “¿Que te han castigado?...Por algo será”. Parece que todo el
mundo, con razón o sin ella, estaba de acuerdo. Sin embargo hace ya una larga
temporada que no sabemos ni lo que queremos.
¿Se queja usted, buena mujer, de que no puede
con el niño desde los tres años, y la culpa la tengo yo, que lo conocí con
diez? ¿Pone usted el grito en el cielo, sr. Profesor de Matemáticas, porque la
nena no muestra creatividad ni iniciativa, y ayer mismo le pidió al papá que le
“cortara un poco las alas”, que vaya carácter se gasta?
¿Intentamos dar a luz generaciones de
ciudadanos autónomos y felices pero pretendemos quitarles la batería cuando nos
cansan o sobrepasan?
Nuestros niños vienen ya de serie con un
brillo cegador. Vale, no se puede con ellos y nos echamos la culpa mutuamente.
Pero ¿la idea es “poder” o “crecer”con ellos? Ojo, que no tengo, por eso no
ofrezco, fórmula mágica. Sin embargo sí podemos empezar por trabajar en el
Respeto y el Equilibrio.
Acabo con una recomendación: Padres brillantes, maestros fascinantes de
Augusto Cury. No tengo claro para dónde vamos…pero deberíamos ir juntos.
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