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domingo, 1 de abril de 2012

Con un brillo cegador...

Por Mª Paz Francisco Carrera
(Sección Mundo Índigo).


Ahora que no mira nadie, releo a hurtadillas mi primera colaboración y pienso que habrá por ahí no pocos lectores desconcertados, cuando no descontentos. ¿Esperabais una explicación más trascendente, esotérica, energético-vibracional… new age, en resumen?
Pues ya veis que no, que vivo el fenómeno índigo desde la más absoluta cotidianeidad. Os hablo desde la normalidad. Con eso no quiero quitarle sutileza al tema: buscad en la red (o en librerías convencionales) información teórica. Hay documentación preciosa al respecto.
Yo, a lo mío.
Me gustaría que esta vez reflexionáramos juntos sobre una realidad que no se le oculta a nadie: el enfrentamiento, más o menos solapado, entre padres y maestros. ¿Estará la creciente vibración índigo en la base de este desencuentro?
Veamos, venimos de una sociedad en la que el dúo Familia/Escuela afinaba a la perfección. Entre ambas instituciones se trataba (y conseguía) domar a la fiera. Eran los tiempos del “Pero dele, señor maestro” o el “¿Que te han castigado?...Por algo será”. Parece que todo el mundo, con razón o sin ella, estaba de acuerdo. Sin embargo hace ya una larga temporada que no sabemos ni lo que queremos.
¿Se queja usted, buena mujer, de que no puede con el niño desde los tres años, y la culpa la tengo yo, que lo conocí con diez? ¿Pone usted el grito en el cielo, sr. Profesor de Matemáticas, porque la nena no muestra creatividad ni iniciativa, y ayer mismo le pidió al papá que le “cortara un poco las alas”, que vaya carácter se gasta?
¿Intentamos dar a luz generaciones de ciudadanos autónomos y felices pero pretendemos quitarles la batería cuando nos cansan o sobrepasan?

Nuestros niños vienen ya de serie con un brillo cegador. Vale, no se puede con ellos y nos echamos la culpa mutuamente. Pero ¿la idea es “poder” o “crecer”con ellos? Ojo, que no tengo, por eso no ofrezco, fórmula mágica. Sin embargo sí podemos empezar por trabajar en el Respeto y el Equilibrio.

Acabo con una recomendación: Padres brillantes, maestros fascinantes de Augusto Cury. No tengo claro para dónde vamos…pero deberíamos ir juntos.

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